El cólico del lactante acompaña a las familias desde que existen relatos sobre la crianza. En textos antiguos se hablaba de “aires” o “retorcijones” para nombrar episodios de llanto inconsolable en bebés sanos, sobre todo al atardecer. Durante siglos se asumió que el problema estaba exclusivamente en la “barriguita”, y se recomendaban remedios caseros hoy desaconsejados (infusiones, friegas alcohólicas, fajas).2,3
El gran punto de giro llegó a mediados del siglo XX. En 1954, un pediatra estadounidense, Morris Wessel, propuso la famosa “regla del tres” para estandarizar el diagnóstico: llanto por más de 3 horas al día, más de 3 días a la semana, durante más de 3 semanas, en un bebé por lo demás sano. Esta definición permitió que la investigación hablara un mismo idioma y que los estudios compararan resultados.2,3
Entre las décadas de 1960 y 1980 se probaron múltiples tratamientos farmacológicos. Algunos parecieron prometedores en un inicio, pero terminaron descartados por falta de eficacia o por riesgos para el bebé (un recordatorio de que “aliviar rápido” no siempre es “aliviar bien”). En paralelo, se afinaron las recomendaciones de postura, eructos, masaje suave y rutinas de sueño, reconociendo que el consuelo físico y el entorno importan tanto como el estómago.2,3
A finales del siglo XX y principios del XXI surgió una visión más completa: el cólico no es sólo de la panza; es un fenómeno que involucra la maduración del sistema nervioso, la sensibilidad a estímulos y la microbiota intestinal en desarrollo. Esta mirada “intestino–cerebro” ayudó a entender por qué el cólico es autolimitado (mejora solo con el tiempo) y por qué estrategias como el porteo, el contacto piel con piel, el ruido blanco y la organización de rutinas pueden marcar diferencia.2,3
Otro hito fue la actualización de criterios diagnósticos internacionales (conocidos como criterios de Roma). Las versiones más recientes ponen el foco en dos ideas clave: 1) el bebé está sano y crece bien; y 2) el cólico genera alto impacto emocional en la familia, por lo que el acompañamiento a cuidadores es parte esencial del manejo.2,3
Hoy, la historia del cólico se cuenta como un aprendizaje colectivo: pasamos de los remedios empíricos a la educación basada en evidencia, de culpar a la leche o a la madre a acompañar y contener. Sabemos que el cólico es frecuente, temporal y no es culpa de nadie. Informar, normalizar y ofrecer herramientas prácticas —masaje, postura, sueño seguro y consulta oportuna ante señales de alarma— es la mejor herencia de esta historia para las familias de hoy.
Referencias
2. Muhardi L, Aw MM, Hasosah M, Ng RT, Chong SY, Hegar B, et al. A narrative review on the update in the prevalence of infantile colic, regurgitation, and constipation in young children: implications of the ROME IV criteria. Front Pediatr. 2022;9:778747. https://doi.org/10.3389/fped.2021.778747
3. StatPearls Publishing. Infantile colic - StatPearls [Internet]. Treasure Island (FL): StatPearls Publishing; 2024 [citado 2025 sep 24]. Disponible en: https://www.statpearls.com/point-of-care/19702/

